En una ciudad como la mía, cualquier momento del día puede hacerte sentirte en un paraíso. El domingo tempranito, cuando el resto de gaditanos apura las horas de descanso horizontal del fin de semana, hay quien le gusta disfutar de su Cádiz, de su Caleta, sin más. Contemplándola y disfrutándola sin necesidad de esperar al atardecer. Está bonita a todas horas y sola, incluso más.
Pero si te adentras por las callejuelas, te puedes topar con especímenes únicos de la fauna gaditana y pueden coincidir todos ellos en el rincón más antiguo de la ciudad. Un "guiri" despistado, buscando una Catedral, se muestra reacio a pedir ayuda a un lugareño, que se resiste a que acabe su sábado y con previsibles problemas de hígado, mientras el "sarna" de turno apura cualquier hora, incluso del preceptivo descanso dominical, para intentar dar salida a su discreta charcutería y a la bollería "del día".
No hay comentarios:
Publicar un comentario