Son besos con la sospechosa intención de hincar el diente en el receptor de ese supuesto cariño. Lo curioso de esta variedad, es que el citado receptor, a pesar del daño ocasionado, se encuentra muy a gusto con el "depredador" e incluso se muestra receptivo a convertirse repetidamente en su víctima. ¿Será síndrome de Estocolmo?
Más bien será que el criminal besucón en cuestión es para comérselo normalmente y, como no podemos, pues nos dejamos comer por él.
Qué maravilloso regalo a diario que hace que cada día sea como un cumpleaños. FELICIDADES y disfrútalo muchos años más.
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