Si el mundo tiene algún final, un lugar donde la tierra y el mar compiten en majestuosidad, donde la naturaleza sacude con virulencia en todas sus formas y te das cuenta de que es más fuerte que el hombre y, si encima, toda esa violencia te embriaga de belleza y sensaciones..., seguramente estés visitando los acantilados de Moher, al este de Irlanda.
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