Cuando el peso de lo vivido nos encorva, cuando la monotonía del presente y la ausencia de un horizonte atractivo nos abate, sólo el aferrarse a un compañero de viaje y la seguridad de no sentirse olvidado nos hace seguir caminando.
La vida es un viaje que es mucho mejor emprender con un acompañante a tu lado,
aunque ese acompañante puede ser prácticamente cualquiera, una vecina que vive
enfrente o la pareja con la que compartes la cama, el acompañante puede ser una
madre con buenas intenciones o un chico que no trama nada bueno. Sin embargo, a
pesar de esas buenas intenciones, algunos de nosotros perdemos o nos dejamos arrebatar a nuestros
acompañantes por el camino y, entonces, el viaje se hace insoportable. Está claro que
el ser humano está hecho para muchas cosas, pero la soledad no es una de ellas.
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