martes, 8 de marzo de 2011

Mi Amor




Las mujeres son como las estrellas, que nos dan siempre una luz muy especial, pero que sólo algunas veces nos iluminan el alma.
Hoy hace ocho años que el cielo celoso intentó llevarse esta estrella para siempre, viendo que brillaba más que cualquiera que las que tenía allá arriba. ¿Qué hubiera sido de los que la rodeábamos si hubiera pasado? Cuanta luz y ganas de caminar en la vida nos habría quitado, cuanto se hubieran perdido los que, entonces, aun no la conocían.
Afortunadamente desde el cielo enviaron a alguien que amortiguó la caída y nos la dejó con nosotros.  No era justo privarnos de ella, quitarnos nuestro faro no era de recibo, y así desde arriba lo entendieron. No podían llevarse este cuerpo celeste con una desmedida vocación de alumbrar a su alrededor hasta que sus "baterías" se lo permiten.
Pues si, finalmente nos la dejaron, alumbrando a su paso con su sonrisa, sus bromas, su desparpajo, sus ocurrencias y travesuras, su exagerado desprendimiento, su ternura aparentemente fría pero de una calidez infinita.
Desde ese día no puedo parar de dar gracias al cielo cada noche, porque venciera sus celos, reflexionara y nos dejara disfrutarla, aunque un poco escoñaíta. Su momento aun está lejos. El cielo tendrá que esperar, porque yo no la pienso dejar escapar y nuestras almas la necesitan.

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