Llegó el año nuevo. Parece que ha pasado mucho, fue anoche cuando cambiamos de año y fue anoche cuando nos felicitamos y nos deseamos lo mejor para este 2013.
Como cada nochevieja, fue momento de disfrutar, de celebrar, de fiestas, banquetes, muchos brindis y muchas copas. La verdad, menos ánimo se ha notado en el ambiente que en años anteriores, menos petardos menos bullicio, menos ganas de todo.
Se percibe en las calles el pesimismo que se instaura poquito a poco en nuestra sociedad. Ya no es una cosa que le pasa a los demás. Ya les pasa también a los que nos rodean y cada vez a más de ellos. El que no vive situaciones difíciles, tiene un horizonte negro o inquietud porque aún no le toque algún coletazo de la mal llamada crisis.
Una cosa no ha diferenciado no cambia con respecto a los tiempo boyantes. Las mañanas del primer día del año son siempre silenciosas. Bueno, en realidad el día entero. Son días de comercios cerrados, de cansancio por los excesos, de familias enclaustradas y, hasta los lugares más frecuentados de nuestras ciudades, presentan un aspecto desértico durante toda la jornada.
Feo, aburrido y desagradable siempre el primer día del año. Que en esta ocasión no sea un presagio. Nuestro silencio y resignación sería la peor noticia y presagio para estos 12 meses.
Que os sea lo más feliz posible.
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