jueves, 10 de enero de 2013

Mano sobre mano


Hay quien te llama y te dice, que ¡qué mala suerte!, que vaya malage haberle pasado eso a la niña, que ¡sentimos que se hayan estropeado las fiestas!...
No voy a negar el susto que se lleva uno cuando se marcha tu hija camino de un quirófano y se despide con las únicas palabras de decirnos "¿vais a estar cuando salga?", pero, a decir verdad, solo tengo cosas positivas que decir de nuestra última experiencia hospitalaria.

Desde el trabajo de los grandes profesionales públicos y vocacionales de verdad, el voluntariado de personas que sólo buscan la sonrisa de un niño enfermo, la ilusión de una noche de Reyes Magos lejos del entorno de tu habitación y tu casa, el sentirse rodeado de familiares y amigos que están pendientes de ti, que sientes que les importas y que sacrifican tiempo y kilómetros solo para ver como estamos.
Si todo esto es motivo más que suficiente para sentirse altamente satisfecho, lo que no olvidaré jamás es ver despertar a mi canija con su mano agarrada y unida a mi, tal y como se unieron por primera vez hace ya más de un año a miles de kilómetros de aquí.
Esa sensación y con la lección contínua de la eterna sonrisa y las ganas de divertirse en la vida, hacen que me alegre de todo lo que ha pasado.
Eso si, todo esto lo puedo decir porque el cirujano hizo bien su trabajo.






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