jueves, 24 de mayo de 2012

Contemplando: la playa


El calor empieza a apretar, de manera inconstante, pero avisando de los meses de estío que están por venir.
Ese par de meses con sus luces y sus sombras, sus temperaturas imposibles y sus brisas celestiales, con sus mosquitos nocturnos y con el frescor de las noches más cortas en una azotea, con sus playas llenas de domingueros formando una colmena de desorden y mala educación y sus tardes en la orilla con el sol afloja y la masa humana ya está en casa.
Es época de placeres y sufrimientos y para los que vivimos en la costa, la parte placentera es infinitamente superior que la de los que sobreviven en el interior y aguantan encerrados en sus viviendas esperando que la oscuridad de una tregua al termómetro
Con todo ello, no dejo de recordar la imagen de una bella playa de arena fina, semi vacía y con un mar azul llamándome a sumergirme en sus aguas. Eso es impagable y, como todo lo que uno tiene a su alcance desde siempre, no está suficientemente valorado.

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