Dicen que no está de moda, dicen que es un disparate lo que cuesta "como está la cosa", dicen que es una tontería, que solamente es un papel, que ¿para qué?
Todos los detractores de las bodas y enlaces, en el fondo, no les falta razón. Y es que, como en todo, siempre se puede esgrimir un argumentario parcial del asunto y creerse en la verdad absoluta, y después, además, están los gustos particulares.
Pero no me digan los que hayan experimentado esto y aun viven felizmente casados, sin renegar del paso que dieron, que, cuando esas puertas se abren y fuera de la iglesia o el ayuntamiento aguardan decenas de personas, que han acudido por estar a con nosotros, no es emocionante. Se camina despacio, paso a paso hacia una nueva vida, hacia una lluvia de color y simbólica fertilidad, hacia una explosión de cariño, besos y abrazos, de felicitaciones y deseos y, lo queramos o no, entramos en una nueva vida, no de manera práctica pero sí de forma oficial.
En nuestro recorrido por el mundo, hay muchos momentos que pueden suponer un cambio en nuestra vida, para bien o para mal. El momento del enlace matrimonial tiene el don de la predisposición, de la planificación y de la responsabilidad de compartir una supuesta alegría personal con las personas que nos quieren o significan algo en nuestro pequeño submundo.
Con la de malos tragos que nos regala el día a día, que vivan las bodas, las risas, los abrazos y los buenos momentos entre personas que se quieren.
Todos los detractores de las bodas y enlaces, en el fondo, no les falta razón. Y es que, como en todo, siempre se puede esgrimir un argumentario parcial del asunto y creerse en la verdad absoluta, y después, además, están los gustos particulares.
Pero no me digan los que hayan experimentado esto y aun viven felizmente casados, sin renegar del paso que dieron, que, cuando esas puertas se abren y fuera de la iglesia o el ayuntamiento aguardan decenas de personas, que han acudido por estar a con nosotros, no es emocionante. Se camina despacio, paso a paso hacia una nueva vida, hacia una lluvia de color y simbólica fertilidad, hacia una explosión de cariño, besos y abrazos, de felicitaciones y deseos y, lo queramos o no, entramos en una nueva vida, no de manera práctica pero sí de forma oficial.
En nuestro recorrido por el mundo, hay muchos momentos que pueden suponer un cambio en nuestra vida, para bien o para mal. El momento del enlace matrimonial tiene el don de la predisposición, de la planificación y de la responsabilidad de compartir una supuesta alegría personal con las personas que nos quieren o significan algo en nuestro pequeño submundo.
Con la de malos tragos que nos regala el día a día, que vivan las bodas, las risas, los abrazos y los buenos momentos entre personas que se quieren.
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