Siempre he admirado a las personas pacientes, a las que son capaces de aguardar el objetivo que desean alcanzar sin desesperar en el empeño.
Yo, personalmente, me considero una persona con poca paciencia. No soporto que me hagan esperar, la mayor falta de educación que existe para mi gusto. Que cada uno juegue con su tiempo, pero hacer perder impunemente el de los demás, me parece una ausencia total de respeto.
Pues con esos antecedentes me he ido a encontrar con la orma de mi zapato. Acabo el mes de Julio igual que lo empecé; esperando. Como le ocurre al pescador de la imagen, aguardo a que piquen pero ya el anzuelo está echado hace tiempo y no depende de mi, sino de otros agentes externos el lograr mi objetivo.
Nunca había prolongado mi paciencia a tales extremos y me pregunto cuál será su límite.
El límite de la paciencia está allí donde ésta sea inferior al deseo de lograr tu objetivo. Mi ganas son infinitas y creo que seguiré esperando, impaciente, pero superándolo hasta el fin. La meta bien lo merece.